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De la importancia de la mujer en las tareas del mar ya hemos hablado en ocasión anterior, hasta el punto de atrevernos a decir hoy sobre ello que la historia de las actividades económicas marítimas no se debiera reescribir, sino borrar y volver a hacer.

En este sentido, una de las labores más importantes en la pesca era el posterior traslado desde la embarcación a tierra para su venta en fresco o transformada en forma de salazón, deshidratado, ahumada, escabechado, etc. Esto, antes de mediados del siglo XVIII, cuando llegan los catalanes a Galicia para aprovechar hasta el más mínimo rincón de su costa, se solía hacer en los bajos de la casa marinera o en instalaciones muy rudimentarias, de madera casi siempre, propiedad del gremio de pescadores en una playa determinada.

La sardina no tiene horarios y entra en la ría a buscar alimento en bandadas, momento en que las gaviotas revolotean encima para lanzarse en picado a capturarlas. En esas, el mar parece levantar burbujas, por el movimiento del cardumen. Aquí lo llamamos ardora, porque las aguas semejan arder, hervir. Es la señal que espera el marinero en tierra, de modo que el patrón da la orden a la tripulación y ésta carga la red y todos los aperos y reman hacia la ardora rodeándola. Luego subirán la pesca a bordo y se encaminarán hacia tierra, sean las dos, cuatro, siete u otra hora de la noche o del día.

Y en la playa están ellas, en otoño, invierno, todo el año. La embarcación no puede llegar a tierra firme porque no hay calado para su carga y tampoco rampas de atraque, sólo hay arena de playa y frío. Las mujeres, que llevan aguardando este momento horas a la intemperie, se introducen en el agua hasta el cuello, cogen la cesta llena de sardina y la llevan a tierra, luego vuelven al agua y así hasta que la descarga es total. No importa el frío, ni los vientos, ni la enfermedad. Importa el llevar a casa algunos reales.

Y de esto se van a aprovechar algunos, por ejemplo, este cura que citamos, aunque no será el único. Veamos el Auto de oficio redactado en Viveiro el 5 de octubre de 1741, en Xove, Lugo, ante el obispo, Antonio Alexandro Sarmiento de Soto, quien realizando una visita pastoral dixo ser informado y aversele dado cuenta en fuerza del edicto de pecados publicos que debiendo don Thomas Moscoso, cura de Santa Eulalia de Lago y San Bartolome de Jove, vivir con arreglo, casta, honesta y recogidamente sin exceder en los derechos parroquiales, administrar los santos sacramentenos… y dar buen exemplo… y en menosprecio de su alma y justicia, que su Ylustrisima administra vive con desenvoltura con repetidos actos torpes que ha tenido, asi con una criada que ha tenido antes de ahora llamada Andrea Lopez, hija de Blas Gonzalez, carpintero, vezino de la feligresia de Lago, que resulto hazerse preñada dos vezes… sale a deshora y alta noche a las trahiñas, sin envargo de estarles prohibido con excomunion maior y mil reales de multa y un mes de carcel por el auto de visita que hizo su Ylustrisima en aquella parroquia, a que tambien concurren mujeres a quienes asimismo se les prohivio, para precaver los muchisimos pecados que se cometen con esta concurriencia. La traíña es una red de cerco que se introduce en la embarcación para pescar con ella el banco de sardinas o cardumen.

Lo referido en la fuente no dejaría de ser anecdótico si no se culpabilizara de la actitud del clérigo a ellas, factores fundamentales en el proceso de descarga de la pesca.

Y es que en documento similar, las autoridades gallegas hacían hincapié en que el agua mojaba las ropas y cuerpos de las mujeres, acentuando sus curvas, por lo que los aguerridos pescadores, y en este caso el cura, se veían atormentados por tal cosa y perdían la compostura, por decirlo de forma suave.

Así, entre los muchos pecados cometidos por el citado Tomás Moscoso menciónase que, tambien es cierto que dicho cura salia algunas noches a la trahiña, unas vezes en el barco y otras vezes a pie, lo que solia hazer a la entrada de la noche unas vezes; otras a las siete, o a las ocho, o las nueve, o las diez, o las onze, segun se proporcionaba, a cuyo tiempo tambien concurrian mujeres a las que Su Ylustrisima tenia mandado por su auto de visita no concurriesen a esta faena por evitar los gravisimos pecados que resultaban de que concurriesen mujeres a este trabajo; bien que el testigo, aunque vio que dicho cura concurria a esto, no observo huviesse hecho acion indecente con muger alguna [1] .

La gravedad de la prohibición de realizar el trabajo más pesado se acentuaba con las numerosas violaciones documentadas que sufrían estas mujeres de vuelta a casa, en las que se repetía el mismo patrón social de ellas y delictivo de ellos, es decir, la mayor parte eran viudas de hombres que sirvieron en la Armada Real, mujeres con las parejas en la misma, o solteras. Los violadores pareciera que sabrían de esto y no necesitaban más que aguardar en un lugar siniestro, bosques, construcciones alejadas de los núcleos, etc., para consumar su fechoría.

Veamos otro caso:

En el puerto de Cariño [A Coruña] Parroquia de Santa María de la Piedra, a veinte y quatro dias del mes de Agosto año de mil ochocientos tres, yo escribano teniendo a mi presencia a Rosa da Pena vezina de este Puerto le hice saber, lehi, y notifique el auto de arriba y enterada de su contenido y bajo juramento que formo segun derecho y de ella… de que doi fee. Dijo: Ser viuda de el Matriculado Antonio do Pico hace ya dos años; no hay duda que havera unos seis meses… viniendo siendo ya de noche de la Parroquia de Sismundi de llebar un poco de pescado de encarga, y en el Arenal para llegar a este Puerto, y junto a la Puente de Areas, tropezo con un hombre que no ha conocido y le insto a actos fragiles, e ympudicos a que se resisitio, pero como sus fuerzas no fueren capaces de contenerles logro aquel tener copula [2] .

La sinrazón llega cuando el notario le toma nota de la espontánea pero le advierte de que no vuelva a ser parte de una violación, sin yncurrir en otros iguales hechos. Aceptando Rosa vivir decentemente con el hijo que Dios le diere. De la persecución y arresto del violador nada se revela en la fuente, pero de la misma se traduce que fue un acto consentido por ella. Del de los cielos, tampoco se tiene noticia.

La espontánea era un documento hecho ante notario por una mujer que declaraba estar embarazada, engañada por un hombre con la promesa de casorio, haber sido violada, etc., con el objeto de conseguir, en este caso, la aceptación del padre de la futura criatura en aras a obtener un beneficio para ella. En definitiva, significaba darle tono de legalidad a un acto, el sexual al margen del matrimonio, que la ley consideraba fuera de ella.

Muchas de estas denuncias acaban con un acuerdo entre hombre y mujer por el que el primero le aporta a la segunda una cantidad de dinero, como compensación por las repercusiones del acto sexual; otras rematan en matrimonio, si previamente existiera un papel por escrito de la mencionada promesa matrimonial.

Pero, en definitiva, fueron una de las pocas medidas legales que tuvieron ellas de protección, ante los desmanes de ellos. Pueden encontrarse en los archivos históricos provinciales, en los protocolos notariales, o en los archivos de los colegios de notarios.

 

[1] Proceso criminal de Tomás Moscoso Omaña, año 1741-1742, AHN, Inquisición, 2150, Exp.7. 
[2] Archivo del Colegio de Notarios de A Coruña. Protocolo nº 1.973. Tabla de Espontáneas. 1820-1839.

 

Para saber más, recomendamos consultar:

Arquivo Dixital de Galicia

PARES

Archivo Histórico de Protocolos de A Coruña

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