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En Cádiz una escuadra
la vimos entregar
a Morla y Apodaca,
rendida en tierra y mar.
Rosily, que era el jefe,
le llena de pesar
ver sobre su bandera
la nuestra tremolar.
**
Con las bombas
que tira el mariscal Soult
hacen las gaditanas
blondas de tul.

 

El cancionero popular gaditano recogió en esta letrilla la batalla naval de la Poza de Santa Isabel, un hecho bastante desconocido de las guerras napoleónicas.

En este enfrentamiento ocurrido del 9 al 14 de junio de 1808, se produjo la rendición de la denominada escuadra del vicealmirante Rosily, formada por los cinco navíos de línea y una fragata de guerra franceses que sobrevivieron al combate naval de Trafalgar y al temporal de los días siguientes al 21 de octubre de 1805. Estos buques jamás regresaron a Francia. Rosily fue el sustituto de Villeneuve al mando de la flota francesa, caído en desgracia ante Napoleón Bonaparte por incumplir sus órdenes. El destino quiso que no llegara a tiempo a Cádiz para que no saliera a combatir la escuadra hispano-francesa. Un contratiempo en una de las ruedas de su carruaje lo impidió.

Esta batalla, que fue el primer conflicto armado de la marina de España contra las tropas invasoras de Napoleón, tuvo un testigo de primera línea que dejó para el futuro unas pequeñas memorias manuscritas, Michel Maffiotte, timonel del Indomptable, navío de línea francés naufragado en 1805 después de Trafalgar a consecuencia del temporal del suroeste, luchó junto al vicealmirante Rosily.

Pero qué sabemos del marino que nos legó su testimonio de esa batalla. Michel Barthelemy Etienne Maffiotte nació el 11 de diciembre de 1786, en Sette (Francia). En 1801 fue enviado por sus padres, a la edad de 15 años, a la Escuela de Navegación de Tolón. Transcurridos tres años de estudio fue reclamado el 14 de julio de 1804, mediante una orden de movilización del emperador Napoleón para incorporarse a la tripulación del navío Indomptable. Ocho días más tarde, embarcaría sin saber que jamás regresaría a su patria.

Además del combate de Finisterre, en julio de 1805, el guardiamarina Maffiotte fue testigo, no sólo de los horrores de la batalla naval de Trafalgar, sino de la lucha que tuvieron que mantener las tripulaciones de los barcos supervivientes al combate contra el temporal de los días siguientes. Tras sobrevivir al naufragio de su navío, en el que perecieron unos 900 franceses, cerca de la costa de El Puerto de Santa María, fue reembarcado en el navío francés Neptune. Su destino permanecería así unido al resto de los marinos franceses y a su vicealmirante Rosily. Por cierto, este no era un personaje cualquiera ya que fue uno de los pocos nobles supervivientes a la guillotina de la República Francesa. Se trataba de un marino retirado de la navegación y debido a su actividad como científico ostentaba la Jefatura del Servicio de Hidrografía de Francia. Por ello, aprovechó los tres años que pasó bloqueado en la bahía de Cádiz para realizar una detallada carta náutica.

Entretanto se sucedían los primeros hechos de la Guerra de la Independencia, en la bahía gaditana seguía fondeada la escuadra de Rosily por el bloqueo, durante tres años (1805-1808) de la armada inglesa, a las órdenes del almirante Purvis. Una flota de 12 navíos que, sin embargo, permitía salir a buques comerciales y barcos pesqueros. Esta pequeña escuadra gala, amiga durante tres años, pasó a ser enemiga por las vicisitudes de la llamada “Guerra contra el francés”.

La situación se adivinaba complicada, pero el vicealmirante francés, por orden imperial, debía permanecer en Cádiz para apoyar a las tropas imperiales que marchaban en dirección sur. Al tiempo, la noticia del alzamiento del Dos de Mayo de 1808 llegó también a esta ciudad andaluza. La inacción de las autoridades de no rendir al nuevo enemigo provocó incluso, el injusto linchamiento popular del marqués del Socorro, Francisco Solano, gobernador y capitán general de Andalucía, acusado de afrancesado, como relata en sus memorias Maffiotte.

Las diferencias entre ambas armas eran notorias. Mientras que los navíos franceses se hallaban perfectamente pertrechados de víveres y municiones, los barcos españoles padecían todo tipo de carestías (escasez de alimentos, uniformes e impago de salarios entre la marinería y la oficialidad). De estas faltas, incluso de pólvora, elemento fundamental para emprender un ataque, era perfectamente consciente Solano, que se negó por ello a emprender el ataque de la escuadra, motivo por el cual fue injustamente asesinado por el populacho.

Su sustituto en el cargo, el general Tomás de Morla, ante los graves disturbios producidos en Cádiz, se vio obligado a rendir la armada gala, preparando un cuidadoso plan de ataque en el que intervendrían lo mínimo los pocos navíos de línea que conservaba la Armada española. El cuerpo de fuerzas sutiles formado por las lanchas cañoneras y un despliegue de baterías disparando en conjunto desde Cádiz, San Fernando y Puerto Real a los cinco barcos franceses fondeados en el único sitio que tenía calado suficiente para dar fondo a sus barcos, la llamada Poza de Santa Isabel, canal navegable que da acceso al Arsenal de La Carraca.

A las 2 ¼, horas (según las fuentes españolas a las 3 ¼ horas) del día 9 de junio de 1808 con viento de Oeste, relata el timonel Maffiotte que el fuego comenzó desde una batería de morteros establecida en la costa del norte del canal del Trocadero, el polvorín de Punta Cantera, el Arsenal de La Carraca y 25 cañoneras:

 … El 9 Junio 1808 estando fondeado en el fondo de la bahía ha venido a mediodía un bote español a bordo del Buque Insignia y [ileg.] es [ileg.] ½ hora después el Almirante ha señalado de inmediato zafarrancho de combate, la Armada ha puesto las [ileg.] sobre la fi lástica aparejando los juanetes de sobremesana e izados los pabellones a popa…

Sin detenernos en el desarrollo del combate, estudiado por varios autores, recogemos las palabras del timonel que muestran su fin. A las 8 h el buque insignia ha señalado imitar la maniobra y ha arriado su pabellón. A las 9 ¼ desembarcaron los destacamentos de los navíos, fueron trasladados a bordo de diferentes pontones y la marinería a la prisión del Arsenal… 

Mientras el general Morla comunicaba el mismo día al pueblo de Cádiz la rendición del enemigo, los prisioneros de marinería y tropa fueron unos conducidos a La Carraca y, otros embarcados en los navíos españoles Terrible y San Leandro. Pero ante el peligro de sublevación fueron trasladados a los navíos Castilla y Argonauta, convertidos en cárceles flotantes, los famosos pontones. Rosily, plana mayor y oficialidad permanecieron en sus buques. Pero antes de marchar imploró que su armada recibiera un buen trato. Su deseo fue cumplido al ser desembarcados de los pontones y trasladados a la Nueva Población de San Carlos en la Isla de León (San Fernando).

Maffiotte junto con sus compañeros sería trasladado a Canarias. Sin duda tuvo suerte al no terminar con sus huesos en los citados pontones, en los que fallecieron muchos militares franceses rendidos en julio de 1808 en Bailén.

Finalizada la guerra el timonel, decidió quedarse en las islas Afortunadas y formar una familia cuyos descendientes aún continúan viviendo allí.

En la Biblioteca Pública de Santa Cruz de Tenerife el manuscrito Mal designio. Memorias de Michel Maffiotte. El armero Maffiotte.

En el Archivo Histórico de la Armada Juan Sebastián Elcano se custodian los expedientes personales de los oficiales de la escuadra que al mando de Juan Ruiz de Apodaca y del comandante de las Fuerzas Sutiles, José Mariano Ortega, vencieron a la escuadra francesa.

 

Imagen: «Retrato de Michel Maffiotte y lancha cañonera» del pintor Adolfo Valderas.