La concepción del tiempo a lo largo de la historia no ha sido uniforme. Desde el Enuma Elish (Cuando empezó todo) mesopotámico, al mito del eterno retorno griego, pasando por la idea medieval ligada al quehacer monástico, al tiempo del mundo contemporáneo, que podría resumirse en el alegoría de que el tiempo es oro.
Las primeras marcan un tiempo estimado, no medido, que pasa a través de los relojes de arena, agua y sol, que son telúricos. La clepsidra delimitaba el tiempo que un ciudadano ateniense tenía para exponer ante la asamblea su punto de vista sobre determinado aspecto en discusión.
El tiempo que vuelve, el eterno retorno, es un tiempo que trae y restituye, mientras que la concepción lineal lo vuelve más valioso, es el tiempo del progreso. No es un tiempo regalado como la luz solar, es un tiempo que el hombre se dispensa así mismo. Con este tiempo, lineal, comienzan, valga la redundancia, los nuevos tiempos.
Etimológicamente, la palabra reloj proviene del catalán antiguo relotge y éste del latín horologium, que a su vez tiene su origen en el griego: ώρολόγιον, compuesto de tiempo (ὥρα) y contar (λέγειν).
La llegada del artefacto mecánico del reloj supone medir el tiempo automáticamente. Es el tiempo burgués frente a ese tiempo natural, que Edmund Husserl lo califica como el tiempo del ocio y de todas las actividades superiores, es el tiempo humano, el mesurado. A este respecto, Edward P. Thompson recoge como en Chile en 1647 se describió la duración de un terremoto como el período de dos credos, o la duración de la cocción de un huevo por un avemaría en voz alta. El sociólogo francés Pierre Bordieu, que estudió la actitud ante el tiempo del campesinado kabileño de Argelia en años recientes, afirma que el reloj es conocido como el molino del diablo: la prisa se considera una falta de decoro combinada con una ambición diabólica y la noción de cita exacta es desconocida, sólo aceptan encontrarse en el próximo mercado.
En otro orden de cosas, la introducción del reloj mecánico en el siglo XIV supuso una lucha entre los diversos poderes, laico y eclesiástico. ¿Dónde situar ese reloj que marca y disciplina el tiempo de la vida? ¿En la iglesia, o quizá en el ayuntamiento? Es decir, hacer laico el tiempo o seguir dejando que el toque de campana de la iglesia marcara el ritmo de la vida: amanecer, mediodía y atardecer, con los diversos toques litúrgicos a lo largo de la jornada (oración al alba, ángelus…). De hecho el reloj más antiguo documentado en España es el ubicado en el campanario de la catedral de Valencia del maestro relojero Juan Alemany en 1378.
Finalmente, la burguesía (fundamentalmente, ricos mercaderes y/o labradores) que paulatinamente fue accediendo a los concejos, fue consciente de que el control del tiempo era un instrumento de poder nada desdeñable. En realidad, consiguen apoderarse de él desde el momento en el que los ayuntamientos sitúan los relojes en la sede del poder ciudadano.
Encontramos un ejemplo de esta pugna en la tesis doctoral de José Luis García Martínez. En la ciudad de Huete (Cuenca), el reloj más antiguo está documentado en el año 1492, aunque parece que funcionaba con anterioridad. Si bien existen referencias a diferentes relojes en los siglos posteriores, el más importante fue el del Cabildo de Curas, que desde la espadaña de Santa Ana dejaba sentir su tañido en todo el núcleo urbano a finales del siglo XVIII. Pero el consistorio en la época ilustrada no podía permitir que fuese éste, o los de los conventos, los que marcaran el ritmo y el gobierno del tiempo de la población. Por ello, decidieron levantar una torre en la que situar un nuevo reloj, que precisamente se adosó a la antigua casa del corregidor, símbolo del poder real. El presupuesto de las obras realizadas con el proyecto del arquitecto Fernando López fue aprobado por el Consejo de Castilla en 1794.
No será hasta los albores de la Revolución Industrial, y más concretamente, con la aparición de la primeras fábricas textiles, cuando el tiempo adquiera una nueva dimensión: el control y disposición de la fuerza de trabajo durante el tiempo estipulado por el patrón. Allí trabajábamos mientras pudiéramos ver en el verano, y no sé decir a qué hora parábamos. Nadie sino el patrón y su hijo tenía reloj, y no sabíamos la hora. Había un hombre que tenía reloj… Se lo quitaron y lo pusieron bajo custodia del patrón porque había dicho a los hombres la hora…
Para saber más, recomendamos consultar:
Portal de Archivos Españoles (PARES): Archivo Histórico Nacional
Thompson, Edward P.: Tradición, revuelta y conciencia de clase. Barcelona, 1984.
Junger, Ernst: El libro del reloj de arena. Barcelona, 1998.
Braudel, Fernand: El Mediterráneo. El espacio y la historia. Madrid, 2009.
Elias, Norbert: Sobre el tiempo. Madrid, 2011.
Husserl Edmund – Fenomenologia De La Conciencia Del Tiempo Inmanente
Filmografía:
Tiempos modernos. Charles Chaplin. 1936
El extraño. Orson Welles, 1946
Cuentos de Tokio. Yashujiro Ozu. 1953
El año pasado en Marienbad. Alain Resnais. 1961
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